domingo, 11 de julio de 2010

Pianos de Juan Camilo

Pianos de Juan Camilo

En febrero de hace un par de años caminando por la galería de arte de la Universidad Autónoma de Aguascalientes conocí a Juan Camilo quien resulto ser primo de Sofí y quien a su vez me había invitado a ver la obra de un artista desconocido que según le habían dicho, realizo un gran trabajo a manera de una oda pictórica (se que eso no existe como tal pero así nos lo anunciaron) al trabajo de Juan Rulfo. Como no habían pasado ni dos semanas que yo había visitado el pueblo de Comala, me sentí obligado a ir a la supuesta exposición pues le había prometido a una mujer (mesera de un café en Comala) que regresaría al pueblo de Pedro Paramo en menos de un mes a tomarle unas fotografías, promesa que por supuesto no pude cumplir porque Juan Camilo, el chico pedante y medio nefasto que conocí en la exposición nos invito a Sofi y a mí la ciudad de México a un concierto de la Orquesta Sinfónica de la Escuela Nacional de Música. Resulta que en dicha orquesta se encontraba Alfonso, un amigo de la secundaria que no veía desde entonces y según supe, se perfilaba con un gran futuro como compositor y multi-instrumentista, así que decidí retrasar mi viaje a Comala para ir a la urbe metropolitana a visitar a mi viejo amigo. Por desgracia para todos esto no pudo ser asi ya que el país sufrió por un devastador huracán, de esos que solo llegan cada 15 años y se cerraron carreteras y ocurrieron otros desastres algunos curiosos y anecdóticos como el mío. No pude ir al concierto de la orquesta de la UNAM ni a visitar a mi amigo el violinista quien partió para Frankfurt una semana mas tarde y tampoco pude ir a fotografiar a la hermosa chica colimense.


La tarde que nos advirtieron que no era conveniente partir a la ciudad de México conocí al verdadero Juan Camilo. Tome el teléfono para advertirle del viaje a Sofi, pero ella ya lo sabia, le dije también que estaba molesto porque no podría ir a ningún lugar y le prometí que se lo discutiría a Camilo cuando lo viera, pero Sofi no dijo nada, solo atino a preguntarme que es lo que pensaba hacer esa tarde.


Eran las 6 de la tarde, yo leía y releía el Túnel en Duermevela de Mario Benedetti y no porque no lo comprendiera sino porque lo entendía perfectamente. Sentado en una banca en el segundo patio de la casa Terán, podía ver cuando alguien entraba a dicho patio antes de que cualquiera me viera a mí. Uno de ellos era Juan Camilo, entro un poco desprevenido como solía ser él, pero al mismo tiempo algo agitado. Giro su cabeza hacia ambos lados hasta que me vio, sonrió y me saludo mientras se acercaba a mí.

-Hola Juan- le dije yo en tono un poco sarcástico.

Sabía que no le gustaba que le dijeran Juan, según el porqué le parecía un nombre muy común y asegura que él no es común, por eso prefiere que le llamemos Camilo lo cual a mi me parece muy poco común así que en cierta forma tenía razón. Dos cosas que decir de Camilo, primero es que entre el y su madre no se llevaban bien porque ella siempre lo llamo Juan, eso porque Camilo era el nombre de su ex esposo al que ella odiaba y no quería recordar nunca, (lo sé, es irónico odiar a alguien a quien según dices no recuerdas…) El segundo punto es que Juan Camilo tenia solo 15 años y su madre para evitar conflictos de identidad y otros mas lo mando a la ciudad de Aguascalientes donde viven algunos miembros de su familia, entre ellos mi amiga Sofi.


Entonces dijo Camilo: -Me parece que te has molestado conmigo porque no has podido salir de la ciudad, por eso prefieres sentarte aquí a leer esperando que llegue yo para que me llames Juan cuando bien sabes que eso me desagrada-


Imaginen a Camilo de 15 años, viene llegando del Estado de México con todo su aire de sabiduría, cursilería, pedantería y todas esas palabras de mozalbete que terminan en “eria” hablándome de esa forma. Me quede varado en mi propio pensamiento por unos instantes intentando imaginarme como terminaría esa conversación. –Pero no te preocupes- dijo Camilo, -estoy acostumbrado a eso, ya verás como se me ocurrirá algo para poder salir de la ciudad-.


En ese momento llego Sofi y se unió a la conversación lo cual ayudo bastante. Tomamos café por unas horas platicando sobre algunos músicos que Camilo había conocido durante un viaje que había hecho a Polonia. Resulta que Camilo, si, el mismo Juanillo que había repugnado en un principio era un joven genio, de esos que aprenden todo muy fácilmente y gozaba de una inteligencia musical superdotada lo que explicaba todo sobre su actitud, inmadurez e incapacidad para relacionarse con otras personas. Yo le platique que había hecho mi incursión en la música a través del piano cuando era yo muy chico, pero que al entrar a la secundaria lo deje pues buscaba algo con mas “actitud”, y tenia tiempo con ganas de retomarlo pero no sabia si podría. Camilo me dijo que debía intentarlo, el piano era uno de los instrumentos que mejor dominaba y me prometió que con mucho gusto me ayudaría, promesa que como era de esperarse tampoco se cumplió pues un par de semanas mas tarde Juan Camilo se mudo nuevamente, pero esta vez de país. Era obvio que con sus cualidades no debía permanecer aquí.


En fin, ahora pude regresar a Comala, un pueblo bello, pequeño, siempre recordado por Rulfo. En el café en el que trabajaba la bella mesera se encontraba otra aun mas bella (supongo que es normal pensar así) Ahí mismo, se encontraba una niña de no mas de 15 años tocando el teclado, muy similar al que acabo de comprar yo gracias a Juan Camilo. La chica tocaba fragmentos de música de George Winston, maravilloso…

Entonces, abrí mi libro entre insomnios y duermevelas y pude recordar.


Daniel Vega